miércoles, 3 de enero de 2007

Todo lo que no era franquismo, era perseguido

Mi abuelo tenía una tienda de telas, de tejidos, en Martos, un pueblo de Jaén que durante la sublevación franquista en los primeros meses de la guerra civil había caido en bando republicano. Es decir, era lo que hoy podríamos considerar un pequeño comerciante de clase media, liberal, ni comunista, ni socialista, ni mucho menos anarquista.

Durante la guerra fue reclutado por el Ejército republicano. El Gobierno republicano le indemnizó con dinero de la república puesto que no iba a poder atender su pequeño negocio de telas en el pueblo. Este dinero y puesto que el Gobierno republicano perdió la guerra, finalmente, no le sirvió para recuperar los años "perdidos". Evidéntemente el dinero imprimido por la república no servía en el nuevo estado franquista.

Aún y todo mi abuelo consiguió salvar su vida y su negocio en la posguerra. Sin embargo, todos los años tenía que desfilar por el pueblo con el resto de hombres del pueblo el día de la victoria (1 de abril).

Aquel día mi tío Pepe nació y claro, mi abuelo, no pudo asistir al desfile de la victoria porque tenía que atender a mi abuela parturienta y supuso que la autoridad competente entendería que el haber tenido un hijo era una "causa de fuerza mayor" suficiente para no asistir a la anual cita de enaltecimiento de la "gesta" franquista.

Que equivocado estaba mi abuelo, un hombre liberal, de costumbres cristianas y un "buen español" como se estilaba decir entonces. Al día siguiente llegó un escuadrón de falangistas le detuvieron y le llevaron a sus siniestras dependencias, le dieron una paliza y le cortaron el pelo al cero para recordarle dos cosas: que no había excusa para no acudir a desfilar el día de la victoria y que el franquismo, la causa del franquismo, era más importante que cualquiera otra y si hacía falta demostrarlo violéntamente, ésto se haría de forma implacable.

Después de aquello mi abuelo siguió acudiendo puntualmente, todos los años al Desfile de la Victoria. Finalmente tuvo que abandonar el pueblo, vender su pequeña tienda de tejidos y rehacer su vida aquí en Madrid, en la capital de la nueva España franquista, como otros miles o quizás millones de españoles que creían en la razón y el buen juicio.

Y es que el franquismo perseguía todo lo que no fuera franquismo, incluso el sentido común.

Gabriel.

8 comentarios:

cax dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mar Echenique dijo...

Me ha impresionado mucho tu relato acerca de la obligación de desfilar todos los hombres el 1 de abril, hasta los que, como tu abuelo, acababan de ser padres ese mismo día. No sólo es una forma de humillar a los vencidos sino una muestra más de la actitud de intolerancia, violencia y , por supuesto, de discriminación por razón de género.

cax dijo...

Pues he cometido un par de inexactitudes en el texto original que vengo a exponer ahora.

No fue el desfile de la victoria al que no acudió mi abuelo sino a los preparativos del desfile del 18 de julio (día de la sublevación militar contra la república española), o sea, el delito era mucho menos grave.

Otra inexactitud que he cometido es que no fue el nacimiento de mi tío Pepe, sino el de mi tío Miguel.

Y todo esto aconteció en el año 1940.

cax dijo...

Hola Mar.

Pues sí, una historia de la represión franquista que quieren que olvidemos y que no olvidaremos nunca.

Y sí, el franquismo era violento y humillante. Muy violento con los vencidos y con las mujeres y con todo lo que no fuera el propio franquismo.

Una siniestra época de nuestra historia que nos retrotrajo a los tiempos medievales de los reyes católicos, modelo en el que se inspiró Franco para gobernar.

valentin dijo...

Gabriel. Me llama la atención como pones en relación a emigración de tu familia a Madrid y la represión franquista. Incluso muchos años después de la guerra, el ambiente asfixiante de muchos pueblos de este país tiene un fuerte componente de represión política. Vigilancia, represión y miedo que se continúa ejerciendo sobre los que perdieron la guerra. Mar Echenique tiene una pequeña historia - que quizás se anime a contar - sobre la continuidad durante décadas del control policial sobre los vencidos. Pero más allá del control policial directo habría que hablar de una ambiente represivo generalizado, de una situación de humillación estructual permanente donde se mezclan la persecución política (como la de tu familiar) y la humillación de clase (al estilo de "Los santos inocentes")

saludos

cax dijo...

Yo creo que sí, que el ambiente era tan asfixiante en los pueblos (donde se conoce todo el mundo) que unos para salvar la vida y otros para no aguantar más las humillaciones, decidieron abandonar su casa, su vida anterior, para construirse una nueva en una ciudad como Madrid o Barcelona.

A pesar de que las condiciones en las ciudades grandes debían ser también durísimas (hambre y pobreza), al menos, contaban con la ventaja del anonimato y de ser parte de un flujo migratorio masivo y también anónimo a las ciudades que se produjo en los años no inmediátamente posteriores a la guerra, pero sí unos pocos años después.

Mi madre me cuenta que los primeros años en Madrid fueron muy duros para ell@s. Que su único divertimento era pasear una hora al día por el centro de Madrid, por la tarde. El resto era trabajar en condiciones durísimas y ver pasar la vida léntamente, silenciósamente, sin llamar la atención. Un tiempo gris, de vencedores y vencidos. De peregrinaciones por los penales.

Mi abuelo además tenía agorafobia (miedo a los espacios abiertos). Sin duda secuela traumática de la guerra y no le gustaba salir mucho de la casa. Si lo hacía era para que sus hij@s pudieran ver la ciudad y así distraerse un poco.

En sus últimos años y de ésto si me acuerdo yo, mi abuelo, ya no salía nunca de casa, a su agorafobia se le unió una artrosis que lo dejó prácticamente inmobilizado en su sillón. El sillon que sólo él usaba en la casa.

Saludos.

cax dijo...

Hay una película muy buena sobre las migraciones a Madrid y sobre todo de como se tenían que buscar la vida los que venían a esta ciudad.

Es de los años 40 y se llama Surcos. En mi opinión una obra maestra.

valentin dijo...

Gabriel; me llama la atención lo que dices de la agarofobia de tu abuelo; sería interesante hacer un balance de las secuelas psicologicas de la guerra; secuelas que para los perdedores eran vergonzosas y una señal más que les identificaba. En este sentido se parecen a los soldado americanos que "perdieron" la guerra del vietnam y se convirtieron en parias en su porpio país arrastrando todo tipo de secuelas físicas, psicologicas,de adicciones En mi familia alguien me comentó con sorna la diferencia entre los "caballeros mutilados" y los "cojos de mierda". Podéis imaginaros quien es cada cual. No obstante sé que gente que combatió en el bando nacional (el abuelo de yola, por ejemplo, fue reclutado) y que también se quedó medio tocado y el resto de su vida siguió recordadando de forma obsesiva los sufrimientos del frente de guerra.