La noche del 5 de enero de 1937, la familia de mi madre vivía refugiada en Bilbao, después de haber huido de Guipúzcoa a finales de agosto, antes de que las tropas de Franco tomaran San Sebastián, el 13 de septiembre de 1936.
En Bilbao, vivían en un piso con otras familias vascas, también refugiadas y comían lo que podían. Es normal, que mi madre y su hermana pequeña, que eran unas niñas, esperaran ansiosas la llegada de los Reyes Magos y que lo que les pidieran este año no fueran sólo juguetes, sino también golosinas e incluso arroz, lentejas o garbanzos para que su madre pudiera cocinar.
Mis abuelos les oyeron cuchichear emocionadas:
- Pero, ¿tú crees que podrán los Reyes Magos llegar a Bilbao sin que les atrapen los requetés?
- Hombre, claro, para eso son magos, ellos pueden saltar por encima del cinturón de hierro sin que nadie los vea
Mis abuelos no tenían nada que poner a la mañana siguiente en los zapatos de sus hijas y tuvieron que decirles la verdad sobre los reyes magos para que no siguieran haciéndose ilusiones que no se iban a poder cumplir. Esto no es más que una anécdota, todos, en un momento u otro de nuestra vida, hemos pasado por la experiencia, más o menos traumática, de saber que los reyes magos no existen, pero en un día como el de hoy me ha venido a la memoria este recuerdo de cómo la guerra fue destruyendo hasta las ilusiones más sencillas y simples de los niños.
En Bilbao, vivían en un piso con otras familias vascas, también refugiadas y comían lo que podían. Es normal, que mi madre y su hermana pequeña, que eran unas niñas, esperaran ansiosas la llegada de los Reyes Magos y que lo que les pidieran este año no fueran sólo juguetes, sino también golosinas e incluso arroz, lentejas o garbanzos para que su madre pudiera cocinar.
Mis abuelos les oyeron cuchichear emocionadas:
- Pero, ¿tú crees que podrán los Reyes Magos llegar a Bilbao sin que les atrapen los requetés?
- Hombre, claro, para eso son magos, ellos pueden saltar por encima del cinturón de hierro sin que nadie los vea
Mis abuelos no tenían nada que poner a la mañana siguiente en los zapatos de sus hijas y tuvieron que decirles la verdad sobre los reyes magos para que no siguieran haciéndose ilusiones que no se iban a poder cumplir. Esto no es más que una anécdota, todos, en un momento u otro de nuestra vida, hemos pasado por la experiencia, más o menos traumática, de saber que los reyes magos no existen, pero en un día como el de hoy me ha venido a la memoria este recuerdo de cómo la guerra fue destruyendo hasta las ilusiones más sencillas y simples de los niños.
2 comentarios:
una historia bonita y muy oportuna; para unas navidades con memoria histórica; porque somos un país que un dia en 1936 se se hizo adulto a la fuerza despertándose de un sueño de libertad para caer el el terror de la realidad fascista
Esta historia me recuerda a una frase de Eduardo Haro Tecglen, no recuerdo si del libro del niño republicano o de sus conversaciones con Fernando Fernán Gómez, donde decía que para él con el golpe de estado del 18 de julio, se acabó la normalidad, la cotidianidad, la vida ya nunca volvió a ser lo que era, estuvo años esperando que regresara, pero ni siquiera con la vuelta de la democracia sucedió, se rompió algo imposible de volver a unir. Me imagino que este sentimiento fue común para muchas personas que vivieron la República.
Publicar un comentario