miércoles, 27 de diciembre de 2006

de hambre y violencia

Era un día indeterminado después de terminada la guerra en Asturias. Cuenta mi abuela que para dar de comer a sus hijos (de aquella debía tener ya 4) necesitaba una harina que era imposible de encontrar en su pueblo. La zona es el occidente minero asturiano y el pueblo un villorio asturiano de no mas de 200 habitantes. Decidió entonces bajar a Cangas, la capital del concejo, hoy a 7 km por carretera. Era su última oportunidad de dar de comer a sus hijos. Al llegar a Cangas una larga cola de gente desesperada se apretujaba a la puerta de la única panadería abierta bajo la atenta mirada de la polícia. Llegada una hora la panadería cierra ante la desesperación de las muchas mujeres que se quedan sin el pan que han venido a buscar desde muy lejos. La policía (la municipal dice mi abuela) no lo duda y se lía a golpes con las mujeres para desalojarlas del lugar. Mi abuela recuerda la saña que empleó uno de ellos dando porrazos a las mujeres aterrorizadas; "que malo era" dice. Desesperada emprende el camino de vuelta carretera arriba, llorando sin saber que dará de comer a sus hijos. Dos quilómetros antes de llegar al pueblo "oye" (lo cuenta como si corrieran rumores ente las mujeres de donde se podia encontrar comida) que en una casa en otro pueblo venden harina de maiz. "Gracias a Dios" pudo comprarla y ese día sus hijos pudieron comer. Cada vez que hablaba del hambre y del sufrimiento en la inmedita posguerra empezaba con este cuento. Yo también he querido empezar por él.

valentin