viernes, 5 de enero de 2007
la desmemoria
Más con tristeza que con el miedo de entonces, relata mi abuela un suceso de postguerra. Con la guerra terminada, Asturias ocupada y la represión en su máximo apogeo ("salian camiones desde asturias con los detenidos y los traían aqui - Llaciana, en Leon - para matarlos" cuenta mi padre) las delaciones y las acusaciones de ser "rojos" están a la orden del día. Mis abuelos maternos, campesinos firmemente republicanos intentan no hacerse notar. Una mañana antes del alba mi abuela, al salir de su casa camino de los campos de labor ve una pintada de gran tamaño en su puerta: UHP. Este es el lema de los revolucionarios asturianos (uníos hermanos proletarios). Significa ni más ni menos que están "marcados", que alguien los ha identificado para que vayan a por ellos. Mi abuela Adela consigue dominar su pánico inicial y entra en la casa a por agua y jabón. Limpia con energía la pintada, desesperada por acabar antes del amanecer, temiendo que alguien la descubra. Cuando amanece, aquellas letras, que años atrás habían representado todos sus anhelos de justicia social, habían desaparecido por fin de su puerta. Mi abuela nunca alcanzó a comprender como había "gente tan mala" como para delatarles de aquel modo. Al joven que yo era, y que la escuchaba entonces, siempre me costó empatizar con la profudidad de su temor y, sobre todo, con la tristeza por haber sido delatados. En cambio entendí perfectamente el mensaje del fascismo: borrarás con temor cualquier signo de lo que fuiste, en el silencio y la desmemoria, si quieres conservar tu vida.
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2 comentarios:
Yo sin embargo si comprendo perféctamente el temor y la tristeza de tu abuela.
Si algo caracterizaba al espíritu republicano era su confianza en el ser humano. En que una humanidad mejor era posible.
Todos aquellos ideales, la guerra y la represión, se los llevaron por delante. Salió el fantasma de la maldad, del chivateo, muchas veces por cuestiones personales que nada tenían que ver con las ideas políticas sino con una forma de entender la vida.
Entiendo el miedo a ser descubiertos y a perder la vida y entiendo la tristeza de la constatación de que los vencedores, tenían como aliada a la maldad y a los sentimientos más miserables de la raza humana.
Se lo dijo Unamuno a Millán Astray: "Vencereis pero no convencereis".
Yo estoy de acuerdo con Gabriel, la pérdida del ideal de justicia y de humanidad que se mantuvo durante la Segunda República debió de producir una inmensa tristeza; constatar que la gente puede ser cruel injustificadamente, hacer daño por hacer daño, sabiendo las terribles consecuencias que para esa familia podría acarrear el descubrimiento de la pintada. ¿Y el miedo? Cómo no empatizar con quienes temen por qué no sólo han oído sino que han visto cómo a otros han matado, torturado y vencido hasta la más absoluta humillación.
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