martes, 9 de enero de 2007

El cocido desparramado

Recuerdo que mi abuela materna siempre nos decía: "Una guerra es lo peor que puede pasar. La guerra no es bonita".

Mi abuela, aquel día, se había pasado toda la mañana en la cocina. El día anterior había comprado en el mercado del pueblo, "la plaza", como lo llamaban, todos los ingredientes para hacer la comida familiar. Un cocido (he de decir que siempre le salió muy bueno) para toda la familia en aquellos días donde encontrar los ingredientes era más que difícil.

Mi abuela cocinó aquella mañana para toda la familia que estaba refugiada en casa de la hermana de mi abuelo. Horas de trabajo pelando patatas, limpiando la poca carne que le echó y en fin, haciendo aquella comida en su cocina de carbón.

Mi familia se refugiaba en casa de mi tía abuela donde habían improvisado en un sótano un pequeño refugio antiaéreo. Por eso vivían tod@s allí.

Cuando ya lo tenía terminado, empezaron a caer las bombas. Mi abuela se dirigió a toda prisa con el cocido recién hecho hacia casa de mi tía abuela. Y las bombas ya caían.

De pronto, una bomba cayó cerca y mi abuela perdió el equilibrio. Cayo al suelo y el perolo que llevaba con el cocido de toda la familia quedó desparramado por toda la calle. Mi abuela cuando se repuso de la primera impresión (afortunádamente quedó ilesa) y vio todo el cocido esparcido por la calle, ni siquiera fue a refugiarse a la casa de mi tía abuela. Se quedó sentada en el portal de la casa llorando y observando toda la comida desparramada por el suelo. Esa comida que tanto le había costado encontrar, esa comida que tanto le había costado cocinar. Se desmoralizo.

Por fin el bombardeo cesó y empezaron las carreras por el pueblo de gente intentando salvar a sus seres queridos. Pero mi abuela, seguía llorando en aquel portal con aquel cocido desparramado por toda la calle.

5 comentarios:

Mar Echenique dijo...

Hola Gabriel,

A la frase que decía tu abuela, mi madre añadía: y la peor de las guerras, es una guerra civil, porque el enemigo no es el "otro", el "extranjero", sino el vecino de la puerta de al lado, el tendero de la esquina, el conductor del tranvía o tu propio hermano.

La escena de tu abuela con el cocido desparramado me ha parecido entrañable. ¿Sucedió en Martos?

Arbillas dijo...

Entrañable historia.

Me esta gustando el blog,sobre todo por la gran sencillez y naturalidad que encuentro.

Dadme un poquito mas de tiempo para seguir leyendo.

Gracias por esta labor.

Y de paso....
Pediros permiso para poner un enlace en mi blog.

Un abrazo a todos.

cax dijo...

Hola Blanca.

Bienvenida a nuestro blog.

Se trata de eso precísamente, de publicar aquí lo que nuestr@s padres, madres, abuelos, abuelas, tios, tías, etc. nos han ido contando a lo largo de este tiempo sobre lo que vivieron y como lo vivieron, lo que sintieron cuando acontecio ésto y lo otro.

De cuando los falangistas llegaron al pueblo, de lo que ocurrió con el alcalde. De como buscaban su espacio de supervivencia, de como comían, de como vivían al fin y al cabo. E incluso de como morían, siempre con dignidad. Esas pequeñas historias que nunca recogerá un libro.

Además así tenemos una oportunidad de hacer nuestros pinitos literarios.

Por supuesto que puedes incluir un enlace a tu blog. Estoy seguro de que todo el mundo aquí tendrá interés en visitarlo.

Un beso fuerte Blanca.

cax dijo...

Hola Mar.

Sí, sucedió en Martos. La provincia de Jaén estuvo en el bando republicano durante casi toda la guerra, aunque hubo pueblos como Fuensanta, que estaban prácticamente en la primera línea del frente y cambiaron de manos durante toda la guerra.

Martos además era un pueblo de campesinos que trabajaban el olivar. Quien más quien menos, tenía sus olivos y quien no los tenía trabajaba los olivos de otros. Había muchos jornaleros también y en los años 60 todavía quedaba una célula comunista que fue, por supuesto, desmantelada y este acontecimiento afectó a otro miembro de mi familia. Pero esta historia ya la contaré porque me tengo que documentar un poco más.

Un beso guapa.

Anónimo dijo...

El ambiente del Madrid sitiado debió ser impresionante, tu historia Gabriel me ha recordado cómo mi padre y mi tío que eran unos niños iban a la estación de Atocha a intentar conseguir alimentos que venían de Aranjuez, cogían lo que podían entre los bombardeos, para ellos era un juego, un juego peligroso en el que tuvieron más suerte que otros al salir ilesos. También me viene a la memoria un testimonio del padre de un amigo, cortando árboles en la Castellana para poder calentarse en las casas.